Siguiendo al Papa
POR ANAM CARA
El Papa Francisco: Espero que las Olimpiadas de París sean para todos los que acudan, de
todos los países del mundo, una ocasión imperdible para descubrirse y apreciarse, para
derribar prejuicios, para fomentar la estima donde hay desprecio y desconfianza, y la amistad
donde hay odio.
Del 19 al 25 de julio del 2024.
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LOS JUEGOS OLÍMPICOS
A su Excelencia Monseñor Laurent Ulrich Arzobispo de París. Me uno a las intenciones de la misa
que está celebrando, Excelencia, estando a punto de tener lugar los Juegos Olímpicos en su
ciudad.
Le pido al Señor que colme con sus dones a todos los que participarán- ya sean atletas o
espectadores–, y también – que apoye y bendiga a quienes los acogerán, especialmente a los
fieles de París y de otros lugares. Sé que las comunidades cristianas preparan de par en par las
puertas de sus iglesias, de sus escuelas, de sus hogares.
Que sobre todo abran las puertas de sus corazones, dando testimonio del Cristo que habita en
ellas y que les comunica su alegría a través de la gratuidad y la generosidad de su acogida a
todos.
Aprecio vivamente que no hayan olvidado a las personas más vulnerables, especialmente a las
que se encuentran en situaciones muy precarias, y que se le facilite el acceso a esta fiesta.
Más en general, espero que la organización de estos Juegos sea para todo el pueblo de Francia
una magnífica ocasión de concordia fraternal que nos permita reforzar la unidad de la nación,
más allá de las diferencias y las oposiciones.
Me alegro con ustedes de la realización de esta prestigiosa competición deportiva de alcance
internacional.
El deporte es un lenguaje universal que trasciende todas las fronteras, lenguas, razas,
nacionalidades, religiones; tiene la capacidad de unir a las personas, de favorecer el dialogo y la
acogida mutua; estimula a las personas a superarse a sí mismas, fomenta el espíritu de sacrifi
cio, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales; invita a las personas a reconocer sus
propios límites y el valor de los demás.
Los Juegos Olímpicos, si realmente siguen siendo “juegos”, pueden ser, por tanto, un lugar
excepcional de encuentro entre los pueblos, incluso entre los más hostiles.
Los cinco anillos entrelazados representan este espíritu de fraternidad que debe caracterizar el
acontecimiento olímpico y la competición deportiva en general.
Espero, por lo tanto, que las Olimpiadas de París sean para todos los que acudan de todos los
países del mundo.
Las Olimpiadas representa una ocasión imperdible para descubrirse y apreciarse, para derribar
prejuicios, para fomentar la estima donde hay desprecio y desconfianza, y la amistad donde hay
odio.
Los Juegos Olímpicos son, por su propia naturaleza, portadores de paz, no de la guerra.
Es en este espíritu que el mundo antiguo instituyó sabiamente una tregua durante los Juegos, y
que la era moderna trata regularmente de reanudar esa feliz tradición.
En esta época turbulenta, en la que la paz está gravemente amenazada, espero fervientemente
que todos respeten esta tregua con la esperanza de resolver los conflictos y restablecer la
concordia.
¡Que Dios tenga piedad de nosotros! Que ilumine las conciencias de los gobernantes sobre las
graves responsabilidades que les corresponden, que conceda a los artesanos de la paz el éxito
en sus iniciativas y los bendiga.
Encomiendo la feliz celebración de estos Juegos a Santa Genoveva y a San Dionisio, patronos de
París, y a Nuestra Señora de la Asunción, patrona de Francia, y le imparto a usted, Excelencia, de
todo corazón, y a todos los que participarán, mi Bendición.
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