ACEPTAR LA VIDA COMO UNA MISIÓN
Las vacaciones se presentan a menudo como el ideal de la vida. Trabajar poco o no trabajar, dedicarse enteramente al ocio… en una palabra, disfrutar. La cintura desceñida, las lámparas apagadas, sin esperar a nadie que interrumpa el disfrutar… toda una imagen. Una imagen terriblemente falsa de este mundo, de esta vida.
Las primeras generaciones cristianas andaban convencidas de que el mundo estaba a punto de terminar. Pero ¿a mí qué me importa cómo ni cuándo se acabará el universo, si estaré muerto mucho antes de que eso suceda? Lo que a mí me importa, es a dónde voy yo, qué va a ser de mí.
Si algún mensaje es inseparable del evangelio, éste es precisamente la trascendencia. La escatología de Jesús es seria, esperanzadora: esta vida está dirigida a LA VIDA, con mayúsculas, y pierde lo mejor de su sentido si esta vida no es entendida como camino hacia LA VIDA.
Jesús plantea una disyuntiva: vivir para disfrutar sin más, o vivir para el Reino. Y nos insta, repetidamente, con apremio, a elegir bien, a no tirar la vida, ni un mes ni una semana ni un segundo, de la misma manera que no desperdiciamos un solo euro y buscamos la mayor rentabilidad en nuestras inversiones.
Todas estas consideraciones pueden hacer pensar que seguir a Jesús, buscar el Reino, estropea esta vida, destruye el disfrutar, amarga la existencia. Pero se trata de todo lo contrario. Se trata de disfrutar mejor, de dar sentido a la existencia, de vivir la vida con más plenitud.
Es, en resumen, un mensaje mucho más realista. Querer convertir la vida en Paraíso, precisar como ideal de vida una perpetua vagancia en las Bahamas, es utópico e infantil. La vida no son vacaciones: la vida es un trabajo, la vida es una misión.
Hay muchas renuncias que hacer, como hay siempre precios que pagar: pero las renuncias son liberaciones, renunciamos a lo que nos empequeñece, renunciamos a nuestras cadenas; y los precios son irrisorios en comparación con lo que se compra.
José Enrique Galarreta R.I.P