Aún quieres ir a las Californias.
Habrás de ir a tierras lejanas, tierras desiertas, muy ardientes y amargas.
No hallarás en meses o años alguien que hable tu idioma.
Todo te será hostil, hasta el propio suelo alfombrado de espinas y alimañas.
Día con día procurarás tu alimento como lo hacen las aves o como las fieras, y habrá veces en que tus labios no conocerán más agua que la del rocío.
Por techo tendrás el cielo, y en el día quizás no encuentres más sombra que la de tu propio sayal.
Y en medio de tan poderosa inmensidad, amarás al pagano que busca tu muerte con dardos silenciosos.
Y cuando te sientas desfallecer, en tu delirio entenderás que Dios te puso ahí para sembrar en las almas jardines que jamás verás.
Aunque no conviertas a infiel alguno, sino que te ahogues en el mar, o te coman las fieras, habrás hecho tu oficio, y Dios hará el Suyo Hermano.
¿Aún quieres ir a las Californias?
(Anónimo, siglo XVII)
Jesuitas de México
Revista de la Compañía de Jesús
Noviembre 12 1997