CARLOS DE FOUCAULD. Contemplación en las últimas fronteras humanas y periferias existenciales y
culturales…
Carlos de Foucauld ha pasado a la historia como uno de los padres del desierto en el mundo
contemporáneo. Un contemplativo en medio del mundo, al lado de los hermanos más humildes,
viviendo el ministerio de Jesús en Nazaret, con medios pobres y al lado de los pobres, en fraternidad
universal, gritando el Evangelio con la vida… levadura en la masa, fermento del Reino…
Señala José Sanchez Ramos, sacerdote de la fraternidad “Jesus Caritas” que al leer las páginas que tiene
Carlos de Foucauld sobre la oración en los Escritos Espirituales, vemos que él, siguiendo a todos los
místicos cristianos, pone toda la fuerza de la contemplación en la ATENCION AMOROSA. Para el
Hermano Carlos: «Orar es poner la atención amorosa en Mí». En esto Carlos de Foucauld es un discípulo
de Juan de la Cruz. En múltiples oportunidades define la oración contemplativa como una «advertencia
amorosa», una «atención amorosa», un poner toda nuestro amor en dirección de Dios, atentamente.
El contemplativo es el hombre del amor. Subrayan los místicos que «la sustancia de la oración perfecta
es el amor» (Santa Teresa). Es el amor el que estimula nuestra atención hacia Dios. Es el amor el que
hace que la atención hacia Dios, sea una atención contemplativa, una verdadera atención relacional. Es
el amor el que hace que la atención hacia Dios sea oración.
En el libro “La nube del No-Saber», el místico anónimo inglés del siglo XIV que lo escribió, pone también
en el amor toda la fuerza de la oración contemplativa:
“Siéntate sobre una nube del olvido, pon tu mente en la
nube del no saber y deja abierto tu corazón para que salgan
de él los dardos de amor.»
Pero la entrada en la experiencia contemplativa está marcada por el gran descubrimiento de que somos
amados por Dios. Tener esta experiencia nos cambia nuestro talante espiritual porque ya la única ley es
el amor.
El amor que brota de la contemplación, nos conduce a un nivel más profundo de conciencia por el que
somos una misma cosa con las personas que amamos. Y, cuando se ahonda de verdad en el amor, nos
convertimos en parte de los demás, de tal forma que lo que le sucede a ellos nos sucede a nosotros: su
alegría es nuestra alegría, su tristeza nuestra tristeza.
El contemplativo vibra con la realidad de los hombres con quienes vive y a quienes sirve. Es sensible a la
realidad concreta de los hombres que ama. Asume, cada día más, la aventura histórica de aquéllos a
quienes anuncia la buena noticia, a quienes ofrece la salvación.
La contemplación, exige un doble encuentro amoroso: el encuentro con Dios, encuentro de amor, y el
encuentro con los hombres. El amor es la mejor aportación a la humanidad. El contemplativo realiza un
papel cósmico, es decir, realiza un gran papel en orden a la transformación de la humanidad. Una visión
reducida de la contemplación la deja como descalificada en orden a la transformación de la historia y de
la humanidad. Parece como si el contemplativo no tuviera sitio en el servicio a los demás. Pero es una
visión falsa porque el contemplativo verdadero aporta a la humanidad la forma más elevada de energía:
el amor. Y es el amor lo más necesario para la transformación de la humanidad.
La experiencia de amor que vive el contemplativo arde en un nivel muy profundo de la conciencia, y es
tan diferente de lo que ordinariamente llamarnos amor que, a veces, hasta ha sido necesaria una
palabra diferente para expresarlo. Un corazón amistoso. La frase es de René Voillaume, seguidor de
Carlos Foucauld. El contemplativo, trabajado por la gracia y la caridad de Jesús, debe tener un corazón
de amigo para con todos los hombres. ¿No es esta forma de amistad activa la manera de estar presentes
en la historia en favor de los hombres, de quienes nos sentimos animados por la experiencia
contemplativa del Hermano Carlos? ¿Es ésta la forma de quienes tienen la contemplación como lo
sustancial de su vida?
Siempre me ha hecho pensar mucho este párrafo de Maritain a los Hermanitos: “Vuestro papel
profético consiste en afirmar existencialmente el valor primordial de la proclamación del amor de Jesús
a los hombres, no ya por los grandes medios visibles, sino por el medio invisible o casi invisible de la
simple presencia, del amor fraternal en medio de los pobres y de los abandonados.”
MIRADA CONTEMPLATIVA.