JUAN LAFARGA CORONA, S. J.
(1930 – 2015)
No voy a intentar escribir sobre lo que Juan hizo en y por la Ibero; ni sobre lo que significó y significa para la Universidad, y para incontables miembros de la Comunidad Universitaria cuyas vidas se vieron para siempre afectadas para bien por el contacto con él; ni sobre lo que le debe la enseñanza, la investigación y la difusión en el ámbito de la sicología en México, en general, y en particular en el campo del desarrollo humano, del cual es el padre fundador en nuestro país. Habrá otros que escriban sobre todo ello mucho mejor de lo que podría hacerlo yo, aunque la verdad es que, como en el caso del padre Murillo, no hay nadie que pueda hacerlo suficientemente bien.
Con el fallecimiento de Juan se extingue para mí la generación de los “viejos jesuitas” de la Ibero, los que vivían en la comunidad de Zaragoza 84 cuando yo era estudiante y cuando comencé a trabajar en la Universidad. Hasta hace algunas semanas todavía estaban con nosotros dos de ellos: el padre Murillo y Juan Lafarga; ambos han partido a la casa del Padre en menos de un mes. Se trata de la generación a la que pertenecieron también, entre otros, Roberto Cruz Fuentes, Ernesto Domínguez Quiroga, Héctor González Uribe, Carlos Hernández Prieto, Marcelo Izaguirre Cruz, Ignacio Lamamie de Clairac, Andrés Lionnet Bene, Jorge López Moctezuma, Juan Martens Viga, José Megyer Zepko, Francisco Javier Meza Ortiz, Rodolfo Mendoza Díaz Barriga, Ernesto Meneses Morales, Francisco Migoya Covarrubias, José Antonio Orozco Obregón, Pedro Rivera Ramírez, Jesús Romero Pérez, Xavier Scheifler Amézaga, Jorge Vértiz Campero, y Miguel Villoro Toranzo. (Llegué a la Universidad un año demasiado tarde para haber podido conocer a José Sánchez Villaseñor.) Habría que añadir a esta lista a los también ya fallecidos Jesús María Cortina, Felipe Pardinas y Armando salcedo, jesuitas en aquel tiempo.
El haber tenido la oportunidad de haber tratado con Juan y con todos estos jesuitas de una manera fraterna, absolutamente inmerecida por mí, es de los mayores bienes que he recibido en la vida. Juan y cada uno de ellos me marcaron de una forma que desde hace mucho tiempo ha sido constitutiva de mí-mismo. Hoy, 20 de noviembre de 2015, con el fallecimiento de Juan ha comenzado mi segunda orfandad.
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20 de noviembre, 2015.