Lo mejor de la humanidad
Por: P. Alejandro Ortega Trillo
Las Cartas sobre la Mesa
Lunes, 16 de agosto de 2021
Lo mejor de la humanidad es la Virgen María. La Iglesia católica la reconoce como la creatura más acabada surgida del poder redentor de Cristo. En ella, la redención ha alcanzado su más alto fruto y su expresión más bella.
La Biblia no dice si María murió o no murió. Aparece por última vez en la Escritura haciendo oración con los apóstoles, a la espera del Espíritu Santo (Hch 1, 14). Sin embargo, el libro del Apocalipsis la alude más adelante en una portentosa escena cósmica: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12, 1).
El simbolismo apocalíptico evoca la victoria definitiva de María sobre el Maligno. Además de ser concebida inmune del pecado original (dogma que llamamos de la “Inmaculada Concepción”), en María se realiza de manera anticipada y total la victoria de Cristo sobre el demonio, según las palabras que Dios dirigió a la serpiente tras haber inducido a Adán y Eva a cometer el pecado original: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza”. La escena apocalíptica concluye, de hecho, con el fracaso del demonio en su empeño por acabar con la mujer y el hijo de sus entrañas.
María es el triunfo de la belleza. Dice el texto que la mujer estaba “vestida de sol”; es decir, revestida de una belleza fulgurante, semejante a la del Señor Jesús en su Transfiguración. Sublime revelación de que la bondad moral va siempre unida a una belleza sin par. Un alma buena siempre será un alma bella. Si el pecado introdujo la fealdad en el corazón humano, María reintrodujo la belleza.
María es el triunfo del bien. Dice el texto que la mujer tenía “la luna bajo sus pies”. Muchísimas imágenes de la Virgen María, incluida la Guadalupana, presentan este detalle: los pies de María reposan sobre una luna; y, en muchos casos, pisan la cabeza de la serpiente. El triunfo de María sobre el Maligno presagia la victoriade las almas que se dejan conquistar por el bien, que creen en el amor, que nunca desesperan frente al mal.
María es el triunfo de la libertad. El pecado es esclavitud y sujeción; María es libertad, es soberanía, simbolizada por la corona de 12 estrellas sobre su cabeza. Ella nos recuerda la libertad a la que todos estamos llamados como hijos de Dios. Si aparece coronada de estrellas no sólo es por su estrecha colaboración en la obra redentora de su Hijo, sino también porque ella ha alcanzado en plenitud la realeza que Dios ofrece, en realidad, a todo ser humano al liberarlo de la esclavitud del pecado.
El papa Pío XII, siguiendo una antiquísima tradición de la comunidad creyente que había postulado por siglos la “dormición” de María y su asunción al cielo, declaró solemnemente con una bula publicada el 1 de noviembre de 1950, que la Virgen María, “terminada su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial”. ¡Muchas felicidades, María! ¡Eres lo más bello, lo más bueno y lo más libre que ha surgido en la humanidad!