Siguiendo al Papa
El Papa Francisco: La fe cristiana es realista, la fe cristiana no es solamente decir el Credo, sino que es pensar el Credo, es sentir el Credo, es hacer el Credo Audiencia general. ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En estas catequesis sobre la vejez, hoy encontramos un personaje bíblico de nombre Eleazar, que vivió en los tiempos de la persecución de Antíoco Epífanes. Su figura nos entrega un testimonio de la relación especial que existe entre la fidelidad de la vejez y el honor de la fe.
La historia narra el episodio de los judíos obligados por un decreto del rey a comer carnes sacrificadas a los ídolos. Cuando es el turno de Eleazar, que era un anciano de noventa años muy estimado por todos y con autoridad, los oficiales del rey le aconsejan que haga una simulación, es decir que finja comer la carne sin hacerlo realmente.
Hipocresía religiosa, hay tanta hipocresía religiosa, hipocresía clerical. Estos le dicen: “Pero haz un poco el hipócrita, nadie se dará cuenta”. Así Eleazar se habría salvado, y en nombre de la amistad habría aceptado su gesto de compasión y de afecto. Después de todo — insistían— se trataba de un gesto mínimo, fingir comer, pero no comer, un gesto insignificante.
Es poca cosa, pero la respuesta tranquila y firme de Eleazar se basa en un argumento que nos llama la atención. El punto central es este: Deshonrar la fe en la vejez, para ganar unos cuantos días, no es comparable con la herencia que esta debe dejar a los jóvenes, a enteras generaciones futuras.
¡Qué bueno este Eleazar! Un anciano que ha vivido en la coherencia de la propia fe durante toda la vida, y ahora se adapta a fingir el repudio, condena a la nueva generación a pensar que toda la fe haya sidouna ficción, una cubierta exterior que se puede abandonar pensando que se puede conservar en la propia intimidad. Y no es así, dice Eleazar.
Tal comportamiento no honra la fe, ni siquiera frente a Dios. Y el efecto de esta banalización exterior será devastador para la interioridad de los jóvenes. ¡La coherencia de este hombre que piensa en los jóvenes, piensa en la herencia futura, piensa en su pueblo!
Es precisamente la vejez la que aparece aquí como el lugar decisivo, el lugar insustituible de este testimonio.
Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida. Les parecería, desde su
inicio, como un conjunto de comportamientos que, si es necesario, pueden ser simulados o disimulados, porque ninguno de ellos es tan importante para la vida.
La antigua gnosis heterodoxa, que fue una insidia muy poderosa y muy seductora para el cristianismo de los primeros siglos, teorizaba precisamente sobre esto, es una cosa vieja esta: Que la fe es una espiritualidad, no una práctica; una fuerza de la mente, no una forma de vida.
La fidelidad y elhonor de la fe, según esta herejía, no tienen nada que ver con los comportamientos de la vida, las instituciones de la comunidad, los símbolos del cuerpo.
La seducción de esta perspectiva es fuerte, porque interpreta, a su manera, una verdad indiscutible: que la fe nunca se puede reducir a un conjunto de normas alimenticias o de prácticas sociales.
La fe es otra cosa. El problema es que la radicalización gnóstica de esta verdad anula el realismo de la fe cristiana, porque la fe cristiana es realista, la fe cristiana no es solamente decir el Credo, sino que es pensar el Credo, es sentir el Credo, es hacer el Credo. Trabajar con las manos.
Sin embargo, esta propuesta gnóstica es un “fingir”, lo importante es que tú dentro tengas la espiritualidad y después puedes hacer lo que quieras. Y esto no es cristiano.
Es la primera herejía de los gnósticos, que está muy de moda aquí, en este momento, en tantos centros de espiritualidad, etc. Y vacía el testimonio de esta gente, que muestra los signos concretos de Dios en la vida de la comunidad y resiste a las perversiones de la mente a través de los gestos del cuerpo.
La tentación gnóstica que es una de las herejías, una de las desviaciones religiosas de este tiempo, la tentación gnóstica siempre permanece actual. Quizá nos corresponde precisamente a nosotros, a los ancianos, una misión muy importante: devolver a la fe su honor, hacerla coherente que es el testimonio de Eleazar, la coherencia hasta el final.
La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza. Ya no somos niños. ¡No bromeamos cuando nos pusimos en el camino del Señor!
La fe merece respeto y honor hasta el final: nos ha cambiado la vida, nos ha purificado la mente, nos ha enseñado la adoración de Dios y el amor del prójimo. ¡Es una bendición para todos!